sábado, 23 de diciembre de 2017

NERUDA



- Matate. Matate si quieres, así seguiré escribiendo otros 20 años sobre tí. 


 - “Puedo escribir los versos más tristes está noche...” 


 - Este hombre se metía la mano en el bolsillo, sacaba un papelito y diez mil proletariados se quedaban callados, para escucharlo recitar poesías. 


 - Yo no me voy a esconder abajo de la cama. Esto tiene que ser una cacería salvaje. 


 - Quieren besarlo, quieren tomarlo de la mano, quieren dormir en su cama. Dicen que tiene olor a alga marina.





- Muchas mujeres deben imaginarse que hace el amor con una rosa entre los dientes. Y que después de besarlas, corre a escribir nuevos poemas de amor inspirados por ellas. Es el Rey del Amor. 


 - En el fondo son felices, están enamorados y les encanta empaparse del sufrimiento y del sudor ajeno. 


 -Aquí no me van a encontrar nunca. (*)¿Querés que te encuentren? (*) No. Pero me gustaría sentirlos más cerca. 


 -A Neruda le gusta el sexo, el crimen y la violencia. 


 - Esta rubia tiene los dientes calientes. Yo no la hubiera dejado nunca.




- El beso de un carroñero. Después que come el león, comen los perros. No me importa si esta mujer tiene el olor rancio del poeta. Estoy acostumbrado a ese sudor de calamar. Te quiero. No te imaginas cuánto te quiero. 


 - Cada una de estas mujeres, es mi madre. Soy el hijo de una cortesana. Soy el hijo de una infección venérea. 


 - Yo le canté. Y él se emocionó mucho. Me dijo que era un obrero del arte, que era un artista. Así como él, de tú a tú. Y de repente él me dijo una poesía tan linda, larga, me puso la manito aquí en la rodilla, estaba como calentito y me lo dijo acá, despacito, de artista a artista… ¿me entiende? De hombre a hombre, con respeto humano. Pero eso, tú, perro culeado, no vas a entenderlo nunca. 


 - Sabe... lo que yo quiero saber aquí, escúcheme, es si cuando llegue el comunismo, todos van a ser iguales a él o van a ser iguales a mí, que le he limpiado la mierda a los burgueses desde que he tenido catorce años. (*) Van a ser todos iguales a mí. Vamos a comer en la cama y fornicar en la cocina. (*) Para eso luchamos... ¡camarada! 


 - A ver... ¿qué pasa si lo lees con la otra voz? (*) ¿Qué voz? (*) La de poeta, Pablo...





- Éste es un buen ejemplo de una confesión a susurros. 


 - A esta persecución le falta terror. 

 

- El poeta tiene la fiebre de los espíritus artísticos que a veces piensan que el mundo es algo que se imaginaron. 


 - En esta ficción todos giramos alrededor del protagonista. - Él tiene escrito esto desde antes. ¿Alguna vez viste un preso aburrido? En su cabeza está escribiendo una novela fascinante. Te escribió a ti, el policía trágico, me escribió a mí, una mujer absurda y se escribió a él, el fugitivo vicioso. 


 - ¿Vos crees que él sólo piensa en tierra y amor? No. Él piensa en mujeres desnudas, en detectives que lo persiguen. Él te escribió a ti, pensando en él. A ti en tu casa, leyendo sus poemas. A ti frente al espejo. Te escribió a ti, vigilando nuestra fiesta, ahogado con la música, atrapado en una máquina, con la mirada vacía. Perro durante la noche, pájaro durante el día. Te escribió espiando. Esperando. Te escribió atrapado, un espía furioso, escuchando cosas que nunca vas a lograr entender. Despreciando las ideas y las palabras, a cien metros de la vida. Impotente. Frágil. Te escribió como un guardia de una frontera imaginaria. Él te piensa a ti, pensando en él. Todos los detectives están enamorados y en todas las novelas policiales hay camas.



- Él escribe bien. Él me escribe bien. Pero yo lo tengo abrazado. Y abrazado lo voy a llevar a la cárcel. Y lo voy a hacer dormir y lo voy a ver soñar. 


 - ¿Soy yo una ficción? (*) Sí. (*) ¿Y usted es una ficción? (*) No. Yo soy real. 


 - ¿Cuándo empieza la parte de los caballos? 


 - Me abrazó. Me habló. Y bailó conmigo. Perseguí el águila pero no sé volar. Estoy lejos. Ahora sólo puedo volver al fondo de la tierra. Viví creyendo que yo era un Peluchonneau, un hijo del uniforme policial. Sin embargo ahora, ahora pienso que tal vez fui un Neruda. Un hijo del pueblo. Quizás mi padre vivió de rodillas, con la cara sucia, quizá juntó cuatro monedas en su puño y pagó para sudar sobre la espalda de mi madre. Quizá soy hijo del trigo. Otra cabeza negra en la historia de millones de cabezas negras. Pero me muero blanco. Porque nadie más persiguió al poeta. Nadie más lo aterrorizó en la nieve. Nadie más lo hizo jadear arrepentido. Nadie más lo acompañó en su viaje. No me importa que me haya escrito, que me haya hecho secundario. Yo también me escribí. Y lo hice pésimo. Me inventé sin vida. Solo. Sin amor. En cambio el poeta me inventó furioso, lleno de viento, incluso me escribió una muerte fabulosa, una muerte policial. Lenta. Fría. Con detalles rojos. Con música. Con animales. Con árboles. Con poesía.  


-¿Lo conoces? (*) No. Sí. Sí lo conozco. Es mi inspector. Mi perseguidor. Mi fantasma de uniforme. Sueño con él. Él sueña conmigo. 


 - Dí mi nombre. 


 - ¿Por qué hizo todo esto? Por su pueblo. El poeta les dio sus palabras para que ellos pudieran contar su vida. Su vida dura. Y esas palabras le dieron sentido a sus sueños terribles. Por eso lo hizo. Para que pudieran hablar. Ahora lo pueden citar cada vez que los pise la Historia. No se acuerdan de los poemas de amor. Se acuerdan de los poemas de furia. Poemas irreconocibles. Poemas de un futuro imaginario.




- Neruda me hizo eterno. Su arte me dio vida. Yo era de papel. Y ahora soy de sangre. 


 - Te quiero. No te imaginas cuanto te quiero. 


 - Los que escapan de allí se convierten en estatuas de sal. Pero nunca nadie escapa de allí, porque el capitán al mando es un lobo carroñero llamado Agusto Pinochet. 


 - Después que come el Leon se alimentan los perros. 


 - Lo que usted esta diciendo es una basura moderna. 


 - No te preocupes. Con el frio no la vas a sentir.




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